DEBER + RECUERDO
A pesar de los factores
climáticos adversos, decidí cambiar de opinión. Sé de obligaciones y derechos, como ciudadana no podría dejar de cumplir con mi
deber.
Me desperté de una siesta
prolongada, propia de los domingos cuando quedo en casa, y vi que todavía había
tiempo. Dispuse mis pertenencias, solo lo necesario, en una pequeña cartera,
tomé mi paraguas y salí a la calle. No
era lejos, unas seis cuadras, siempre que sean recorridas correctamente. Sin
prestar mucha atención y sorteando charcos y aceras inundadas, tomé una calle
equivocada. Caminé unos minutos y tarde me di cuenta que me había alejado el
doble. En mi barrio hay muchas diagonales y cortadas, por lo que en vez de
llegar en diez minutos lo hice en veinte. En el lugar había una fila de unas quince
personas. Yo rogaba que el trámite fuera ágil para poder ingresar y no quedar
como infractora. A un minuto del cierre de la puerta principal de la oficina
policial, por suerte un uniformado dio paso a todos los que estábamos en espera,
que a esa hora, eran las dieciocho, ya
había aumentado a más del doble. El trámite duró otros diez minutos. Mi residencia
actual dista a más de mil kilómetros de distancia del domicilio que figura en
mi documento de identidad, no pude cumplir con el deber ciudadano de votar y
esa situación debía informar ante las autoridades.
Logrado el cometido,
guardé prolijamente el papel dentro de mi cartera, salí del lugar y caminé bajo
la lluvia, chapoteando a cada paso. No tenía apuro por volver así que tomé el
sentido contrario del que me había traído. Quería disfrutar del deber cumplido,
y recordando que había dicho que no saldría de mi casa hoy, recorrí la misma
vereda que aquel día me llevó a encontrarte por primera vez. Continué mi marcha
hasta la esquina donde hemos disfrutado de tantos tragos de café blanco, transparentes,
como tu mirada. Me detuve un segundo para ver si por casualidad te encontraba.
Una que otra persona desconocida giró su cabeza observando mi presencia, y
proseguí mi travesía. Me crucé a la vereda de enfrente y disfruté del aroma de
los árboles del parque, mojados, contentos y erguidos como nunca. Hacía mucho
que no llovía en la zona. Sus hojas disfrutaban del baño casi primaveral, y
despedían sonrisas en su brillo.
Así, con las mangas de
los jeans mojados hasta media pierna, las zapatillas blancas como canoa en
naufragio y el paraguas hecho sopa, volví a casa con mi pecho ensanchado por haber
cumplido con mi deber, con el aroma de tus
besos mejilleros en aquella esquina y con el calor de tu mano estrechando las
mías.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario