Hay una
caverna
esa en la
que te internabas
para gozar
de la infinita pasión
esa que
cerró sus puertas
desde la
última vez
en febrero
cálido y perezoso
aquel que
te vio partir
y encender
un cigarrillo
en la
vereda de frías baldosas.
Éramos dos
luciérnagas
temerosas
del calor que emitíamos
de la gran
verdad que sentíamos
No
queríamos pensar ni hablar
aterrados
tal vez
por la
llama de amor que nos envolvía
Nuestra
locura volaba
sobre las
hojas del ardiente verano
con
destellos tempraneros
aroma a
café
emanados de
las estrellitas
de tus ojos
canela
destellos
que todavía persisten en mí.
Malania
(Fotografía tomada de internet)