Iluminaba una luz fría
el espejo del invierno
la luna llena se desvanecía
entre las últimas estrellas del cielo.
Un hombre se abrió paso
en un bosque erizado de malezas
la esperanza desaparecía
en hilos de humo por la chimenea.
La debilidad revoloteaba
y resquebrajaba su interior
la tristeza lo embargaba
había dolor en su corazón.
Por el cielo, el viento
las nubes desparramaba
y al capricho del aire
la nieve caía espesa y volaba.
El hombre sin son ni adornos
su construcción sofocaba
por la tierra y por el aire
los cimientos derrumbaba.
Desde los muros llegaban
los estentóreos sonidos
del revoloteo de mariposas
y de los pájaros aún dormidos.
De un único adorno florido
perfume silvestre manaba
uno de los pájaros cortó
con su pico una flor morada.
Y a través de la ventana boscosa
donde vivía el modesto hombre
al que solo le quedaban
cabellos blancos y ojeras pronunciadas
depositó la bella morada
desparramando los pétalos
sobre sus labios resecos
al despuntar la alborada.
El perfume lo despertó
con un cosquilleo en los labios
la humedad del rocío lo cubrió
curando el mal que lo asechaba
por un misterioso milagro.
Malania
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