No lo ha visto desde aquel
mediodía que se separaron.
Con un corazón impío y mirada
exánime
él ha colocado vetas
abismales
entre su espíritu y el mío.
No queda más que el crujir de hojas secas
y un matorral espinoso en el
camino
entre las paredes rocosas y sin brillo.
Elsa Luchechen
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