Ella perdió a su madre
y la vio cómo se iba.
El conocimiento de la verdad
no alivia su tristeza.
La verdad ni la sinceridad,
la fuerza ni el cariño
son capaces de curar la nostalgia.
Lo único que puede hacer
es atravesar ese dolor
esperando aprender algo de él,
aunque todo lo aprendido
no le sirva para nada
la próxima vez que la tristeza
haga su visita de improviso.
Lejos de sentirse oprimida
percibió una corriente singular
en sus patas blancas.
Holló la alfombra en la que dormía
y se dirigió al ventanal
se detuvo a mirar las gotas de
lluvia
y el temblor de las verdes hojas.
Su mirada jugó con ellas
y se alegró con lo que veía.
Cada cual
crea el paisaje
que tiene ante sus ojos
a su gusto y medida.
Lo hace bello y alegre
o lo detesta y entristece.
Ella sigue el curso de los días
con su pelaje gris negruzco
y sus botas blancas de fantasía
en sueños de algarabía.
Malania
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