El estímulo no era suficiente
para pensar con calma.
Sentía que todas mis fuerzas
me habían abandonado.
Pasé tres días extraños
sintiéndome como si estuviese
andando por el fondo del mar
como envuelta en una membrana.
Algo me impedía entrar
en contacto con el mundo.
Las cortinas de lino flameaban
al compás de la cálida brisa
de una ventana entreabierta.
Una
entena surcaba
el
cielo calmo estrellado.
Y en cada una de ellas
en cada estrella vibraba
un pedacito de aquel ser
que en lejanía
todavía sigo amando.
Imagen de la red.
Malania
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