Porque día a día ellas
queman más, como prisioneras en el fondo del mar, mar de lágrimas que nunca
surgieron, porque el tiempo y la vida las petrificaron y se durmieron en su
interior. Con palabras sencillas y sin rodeos,
como en un cuento, así, recién nacidas por dentro, quiere decir lo que siente.
Le preguntó aquel día
-¿Puedo amarte?
– Sí -le respondió-.
Ámame como quieras, cuanto quieras, cuando quieras y por donde quieras- una sonrisa brotó de sus labios y un beso selló los de ella, y la enalteció.
Hace más de un año que de
ella se alejó la palabra “amor”. Se la
llevó él cuando en una noche, mayo se lo
arrebató para nunca más volver. Ya no
quiere pronunciar “te amo” plantada ante
una fotografía inerte. Aunque la observe mil veces, el tiempo no retrocederá.
Es inevitable la muerte, su ausencia es definitiva.
-Quiere amarte, pero no
la dejas, ¿sabes? Porque cuando está lista para hacerlo, tú en silencio te
alejas.
Quizá nadie se da cuenta
que al amor para que florezca hay que fertilizarlo, para que emane todo su
color, su brillo, su sabor y su candor.
¿Cómo se fertiliza el
amor? Se preguntarán. Una palabra dulce a través de un mensaje, una poesía, un
poema, o a través de un mail, del teléfono, o frente a frente. Y hay muchas más
formas de decir “te quiero”, “te amo”. Y ahora, si estarías aquí te lo diría,
porque así lo siento, y te lo digo.
A veces no somos capaces
de demostrar, de decir lo que sentimos para no hacer el ridículo frente al
otro, pero es un error, porque nadie puede adivinar lo que el otro u otra
siente.
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