La abulia nubló sus días y las horas corrían en eslabones
tiznados. La adiposis la volvió estática e intolerante. Todo le molestaba,
hasta el más mínimo trino proveniente del nido, ese que un par de gorriones
construyó a pesar del mal tiempo. Pero nada es para siempre y las sorpresas
suceden.
Perdido en las inmediaciones del barrio, un axiólogo la vio
sentada junto a la ventana de su casa y se acercó. Preguntó si conocía un local
de venta de ropas. La charla se extendió por más de una hora. El axiólogo la
convenció para que lo acompañe al lugar que buscaba. Allí se ocupó de vestirla
con un hermoso vestido azul marino ceñido al cuerpo y espalda descubierta, un ancho cinturón que marcaba la profundidad de su cintura, zapatos con altos tacones y un
collar dorado.
Con imponente figura sorprendió a la vecindad. La cadena tiznada desapareció y el talentoso axiólogo,
con sutileza hedonista logró desposar a aquella dama, que desde ese día dejó de
lado su abulia.
Malania
Imagen de la red
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