Me recibieron los gorriones
con trinos en algarabía
para mí significó un concierto;
las perras moviendo sus colas al viento
con saltos en alto en el patio desierto
la felicidad al verme
se notaba en su jadeo.
Salí en mi recorrido habitual
pero esta vez media hora antes
para ver al sol en su descomunal ritual
con sus rayos metiéndose
en algún abierto ventanal
o simplemente va penetrando
entre las hojas del maizal
cubierto por flores o de mazorcas
de esta época estival.
Hoy la brisa fría sorprendió
a madrugadores caminantes
trabajadores y estudiantes
amas de casa barriendo veredas.
Nadie me conoce, o sí,
todos me saludan
con un buen semblante.
Por doquier las flores
con pétalos brillantes
despliegan su aroma
rosas, lirios, malvones
girasoles, enredaderas
de distintos colores y formas
alegran mi vista.
Entonces agradezco
poder contemplarlas
y sin tocarlas
percibo la tersura
de sus pétalos
pequeños o gigantes;
sin acercarme
siento la dulce fragancia
de las semillas de girasoles.
De pronto unos puntos rojos
adornan el verde
son pitangas. Más allá
el amarillo de los nísperos
y entre ramas más tupidas
entre sombras más oscuras.
Las paltas (para otros aguacates)
están verdes todavía.
También hay plátanos
o bien llamadas bananas.
Y ni hablar de los mangos
cuando están maduros
atraen a las abejas
que con su zumbido despiertan
a dormilones tardíos.
De cargar algunos no me privo
en una bolsa que con intensión
llevo conmigo.
Así despiertos están
mis cinco sentidos.
Agradecida a Dios y a la vida
antes de las seis de la mañana.
Malania
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