En mis momentos de
ocio aprovechaba para leer y releer sus poemas, sus poesías, cerraba los ojos
me llenaba de su aroma.
Solo aspirando la
fragancia de sus letras me sentía feliz, mientras esperaba el momento justo
para fotografiar un nuevo amanecer, distinto cada día.
El sol se peinó en el
mar y lo tiñó con su color brillante, mezcla de aire sereno y el eco de la risa
de los peces en movimiento, apareándose al compás de las olas.
Era hora de emprender
la caminata. En uno de los surcos, señal del paso de alguna bicicleta madrugadora,
un hilo rojo inventando su ausencia.
Malania
Si, así son los amaneceres, bellos como tus poemas.
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