Intrépido, dobló
la esquina y apuró el paso.
Las nubes
navegaban cada vez más rápido.
Eran todas
azules, solo azules.
El viento del sur
se
entremezclaba y las desparramaba
como queriendo
elegir a la más bella, la más pasional.
Sopló y sopló
con mayor intensidad hasta lograr abrirla.
La recostó
sobre el blanco lecho del horizonte, la desgajó y dio rienda suelta a su deseo.
Cabalgó sobre
ella penetrándola por todos sus rincones, de sur a norte y de este a oeste.
De la bella y
atractiva silueta azul quedó solo un estropajo. Al chocarse con las otras nubes lloró y su
llanto se convirtió en lluvia, una lluvia fría y sin brillo.
Entre la niebla
matinal que nacía de los pantanos, el llanto de la nube azul caía dolorosamente
contra las hojas aventadas por una racha de viento.
Él volvió
jadeante y satisfecho de haber logrado su cometido, sin prestar atención al hilo
gris del humo del cigarro que airoso flotaba detrás suyo.
Malania
Imagen de la red.
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