Contemplé una
puesta de sol tan hermosa que parecía un milagro. El horizonte entero estaba teñido
de colores, tan brillante que parecía bañado en almíbar de jugosas frutas.
En aquel
atardecer abrumador me acordé del paseo por la playa, cuando por pura casualidad,
encontré señal de internet, bajo la sombra de un inmenso cartel que refería al
lugar donde me hallaba. Quizás la señal la trajo la brisa marina o el caudal de
aquel arroyito de aguas cristalinas.
Me senté sobre
una roca bamba gris y leí la carta, en la que me decías sobre la envidia que
sentías por no poder estar allí. También me pedías que disfrutara de la
estadía. Y así lo hice.
Cuando regresé,
mi deseo hacia ti fue más fuerte todavía.
Malania
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