miércoles, 6 de marzo de 2019

BAÑADO EN ALMÍBAR




Contemplé una puesta de sol tan hermosa que parecía un milagro. El horizonte entero estaba teñido de colores, tan brillante que parecía bañado en almíbar de jugosas frutas.
En aquel atardecer abrumador me acordé del paseo por la playa, cuando por pura casualidad, encontré señal de internet, bajo la sombra de un inmenso cartel que refería al lugar donde me hallaba. Quizás la señal la trajo la brisa marina o el caudal de aquel arroyito de aguas cristalinas.
Me senté sobre una roca bamba gris y leí la carta, en la que me decías sobre la envidia que sentías por no poder estar allí. También me pedías que disfrutara de la estadía. Y así lo hice.
Cuando regresé, mi deseo hacia ti fue más fuerte todavía.
                                                                                                                     Malania

ESE ALGO






  Él poseía algo que me hacía estremecer el corazón, desde aquel primer día, cuando a través de la ventana, lo vi sentado vestido en su traje gris.
Había despertado algo que hacía mucho tiempo estuvo dormido en mi interior. Era un anhelo puro y ardiente.
Emanaba de sus ojos como una fuerza imantada, escondida, misteriosa.
¿Qué era? Cómo definir aquella emoción que yo sentía de pronto, al estar sentada frente a él. 
Él está allá, pensando en qué escribir, a la una de la tarde, o quizás en medio de la noche. Y yo aquí, tratando de recordar lo que iba pensando mientras caminaba durante la mañana.
Él no es mi sol, ni mi luna, ni mi estrella, porque es un ser pensante, maravilloso, que posee algo, ese algo que aún me hace estremecer cuando lo miro a través de esta ventana.
Camino y lo veo, en el pestañear de los pétalos de rosa, cuando las mece el viento; en el aleteo de un gorrión con el cuerpo mojado por la lluvia. Y siento su perfume, al pasar frente a la arboleda cubierta de frutas de guayaba, maduras y jugosas, o de enredaderas de maracuyá (mburucuyá) prendidas al cerco de alambre tejido. Y lo escucho, en el gorjeo de una paloma o en el canto del zorzal.
No es locura, ni soy zombi. Estoy cuerda, muy cuerda.
                                                                                                   Malania

Imagen de la red