domingo, 9 de agosto de 2015

DEBER + RECUERDO

DEBER + RECUERDO
A pesar de los factores climáticos adversos, decidí cambiar de opinión. Sé de obligaciones y derechos,  como ciudadana no podría dejar de cumplir con mi deber.
Me desperté de una siesta prolongada, propia de los domingos cuando quedo en casa, y vi que todavía había tiempo. Dispuse mis pertenencias, solo lo necesario, en una pequeña cartera, tomé mi paraguas  y salí a la calle. No era lejos, unas seis cuadras, siempre que sean recorridas correctamente. Sin prestar mucha atención y sorteando charcos y aceras inundadas, tomé una calle equivocada. Caminé unos minutos y tarde me di cuenta que me había alejado el doble. En mi barrio hay muchas diagonales y cortadas, por lo que en vez de llegar en diez minutos lo hice en veinte. En el lugar había una fila de unas quince personas. Yo rogaba que el trámite fuera ágil para poder ingresar y no quedar como infractora. A un minuto del cierre de la puerta principal de la oficina policial, por suerte un uniformado dio paso a todos los que estábamos en espera, que a esa hora, eran las dieciocho,  ya había aumentado a más del doble. El trámite duró otros diez minutos. Mi residencia actual dista a más de mil kilómetros de distancia del domicilio que figura en mi documento de identidad, no pude cumplir con el deber ciudadano de votar y esa situación debía informar ante las autoridades.
Logrado el cometido, guardé prolijamente el papel dentro de mi cartera, salí del lugar y caminé bajo la lluvia, chapoteando a cada paso. No tenía apuro por volver así que tomé el sentido contrario del que me había traído. Quería disfrutar del deber cumplido, y recordando que había dicho que no saldría de mi casa hoy, recorrí la misma vereda que aquel día me llevó a encontrarte por primera vez. Continué mi marcha hasta la esquina donde hemos disfrutado de tantos tragos de café blanco, transparentes, como tu mirada. Me detuve un segundo para ver si por casualidad te encontraba. Una que otra persona desconocida giró su cabeza observando mi presencia, y proseguí mi travesía. Me crucé a la vereda de enfrente y disfruté del aroma de los árboles del parque, mojados, contentos y erguidos como nunca. Hacía mucho que no llovía en la zona. Sus hojas disfrutaban del baño casi primaveral, y despedían sonrisas en su brillo.

Así, con las mangas de los jeans mojados hasta media pierna, las zapatillas blancas como canoa en naufragio y el paraguas hecho sopa,  volví a casa con mi pecho ensanchado por haber cumplido con mi deber, con el aroma de  tus besos mejilleros en aquella esquina y con el calor de tu mano estrechando las mías. 

De silencios

Sigilosamente
tu silencio y el mío
se invitaron a pasear
bajo la luna mojada
y la nube manantial
Caminaron muy callados
tomados de la mano
por senderos lejanos
de todo testigo, ajenos
Contemplaron el mar
se miraron a los ojos
no resistieron más
soltaron riendas a su antojo
Desapareció el silencio
la luna lo atestiguó
abundaron las palabras
como en dulce canción
Él se la comió a besos
y ella los devoró
en destellos de sus ojos
el amor se decoró
Y volviéndose en silencio
la vida toda cambió
se amaron eternamente

y al rumor se pretirió.