Escardando en la tierra florecida
las especies mustias de las vívidas
atravesaron los huertos de la llanura
descendieron entre los olivos
y los árboles de alcanfor y de mirra
deshaciendo su vida como nieve en el fuego.
Ya no me engaño a mí mismo, dijo en voz baja
ni a mí, balbuceó ella con languidez y tristeza
Mi fe ya no está donde estaba
Malania
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