martes, 17 de abril de 2018

MAESA



MAESA
Hablan entre sí las hojas
en atisbo de su infinito
se contagian el brillo
en verde amarillento
nada las acongoja
ni el silbido del viento. 
Doce meses y más días
de aquel amanecer de febrero
que se llevó nuestra armonía.
La misma rama seca
en monótono movimiento
se estremece con el canto
de gorriones soñolientos.
No quiere el exilio
lucha en deseo de vida
le queda savia todavía
y las flores silvestres lo perciben
en cada amanecer igual o diferente.
Yo también deseo vida,
dijo Maesa entre bostezos
y al primer rayo del sol naciente.
La congoja de la rama seca
no la conmueve
en ese lunes de dormidos duendes
peregrinos de aceras
llenos de aburrimiento.  
                                                  Malania

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