Nacía un
nuevo lunes y con el día
una triste
luz sobre el horizonte.
Se
sentía vaciado o quizás, rebasado.
Toda
su vida de tribuno
se
había ido colmando y vaciando sola
quedándose
a sus espaldas el mundo jurídico.
Pero
avanzaba
formando
parte de esta tierra
azotada
por el invierno
como
un espino atrofiado
de
hojas y flores marchitas.
Llovían
guijarros sobre sus días
perseguido
por la mala racha
esa
que él mismo fue creando
a
su paso por la tierra
dañada
por crudas nevadas.
Y
nunca escampaba
porque él
espantaba las buenas ondas con su joroba
esa
que lo inclinaba cada vez más
para
hundirlo en su propia nostalgia
esa
que él mismo creaba
sin
otro motivo
más
que su misma pesadumbre
y
su infinita falta de fe en sí mismo
y
falta de fe en nadie
ni
en alguien que una vez
le
tendiera su mano para abrazarlo
y
que él mismo se dedicó
a
rechazarla y anularla.
Malania
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