domingo, 19 de mayo de 2019

HUMEDADES



El sol regalaba sus rayos oblicuos
estirando las sombras en la arena.
Las ojeras devoraban el rostro del joven.
Vínculos lesivos distorsionaban su voz
entre la distancia y el juego conjugado
entre la arena, las piedras
y las olas empujadas por el viento.
Su voz se volvió eco
de un cohete luminoso
sobre el manto transparente
entre las piedras lisas
cómplices del agua cantarina.
La buscaba, la llamaba.
Divisó un camino
al fondo de una cueva marina.
La vio
en el amplio acceso a un pasadizo
que se sumergía en las entrañas de la montaña
y era preciso ser muy delgado
para deslizarse en esa cavidad.
Utilizó sus dedos, sus manos.
El hueco dejaba ver
como entraban los rayos del sol
y únicamente el fondo del agujero
presentaba el secreto.
Un maravilloso color
le acarició la piel
de su rostro, su torso
y de sus humedecidas manos
fuera de la cueva.
                                    Malania

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