En la vereda
de enfrente 
las casias florecidas 
desparraman sus pétalos 
en alfombras amarillas 
en el pisar de los pájaros 
que picotean semillas. 
Elegí sentarme 
en el centro del patio
absorta, pensativa
en el preciso lenguaje del poeta 
y el perfume de clavellinas. 
Mi lujosa soledad 
invade en tu espalda 
la columna en la trocha 
con aroma de cilantro 
en búsqueda de la piel vellosa 
de tu cintura candorosa
a veces tupida y cana 
a veces dorada y rala 
Entre el naranja del sol 
y el ronquido de los gatos
evoco el elixir
tuyo, solo tuyo
que acude tibio
a mis deseosas manos
debajo de floreadas sábanas. 
Malania  

 
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