El caballero del castillo
atravesó aquel desierto imposible
sin hacer ruido
tratando de ser invisible.
Alcanzó el túnel del tiempo
tras escudriñar la bahía lejana
y se enfrentó al viento.
En un reguero de hojas amarillas
de un otoño recién amanecido
condenado a no conocer la vida
por derecho sino por el revés
descifró las costuras de sus días
condenado a corregir los hilos
de las tramas de su porvenir en caída.
Nunca, de su poder sería el dueño
de eso estaba convencido
porque en algún día de cierto año
le habían hurtado los sueños.
Cansado, reflejó en un espejo de agua
la expresión de su amargo semblante
oscureciendo con su sombra
los bellos recuerdos de pasión fulgurante.
Las mariposas acompañaron su paso lento
desparramando sus colores
por sobre las hojas ya muertas
de color azul amarronado y cruento.
Malania
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