Como una armadura cerrada
y cicatrizada por el tiempo
repleto de experiencias
tantas buenas como malas
el hombre lleva en la piel
modelada por los años
los estragos que la vida
talló en su rostro huraño.
La apacibilidad se encargó
de suavizar su mirada
esta vez detenida en la brisa
que penetra por su ventana
pintada de viejo carmín
y con finas violetas decorada
dibujando en sus pupilas
el deseo de armonía y paz
por él, por todos, tan deseada
Malania
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