Suspiraba de nostalgia
pensando en lo que fue y en lo que es
cuando sus oídos debieron soportar
el fragor cotidiano del mundo de la calle
como zumbidos de flecos de papel de estaño.
Hoy, hace un tiempo más cenizo que el oro
y la pesadilla toma su curso
como si el mundo se estuviera resquebrajando
a través de fugaces amaneceres con arterias de vidrio.
Si pudiera alterar los tiempos del día…
La idea se le cruzó como ráfaga acuosa
y sus ojos se anegaron de lágrimas
mientras pintaba con pinceles de albor
las voces de colores de las aves despintadas.
Malania
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