De repente se volvió una
niña, la niña mora, en una casa vacía donde
flotaba inseguro el aire húmedo, entre
el calor y el frío de un suelo sin piso, descubierta y sin techo bajo el cielo sin luna iluminado solo por algunas estrellas.
De pronto irrumpió en la
Bahía desierta, una pequeña nave y después otra un poco mayor, ubicándose
sigilosamente proa contra proa, como amantes que hubieran aprendido juntos todos
los trucos de la nocturnidad
La niña aguzó sus sentidos
para distinguir aquella voz áspera que se entremezclaba con el vaivén de las
olas.
¬ Dejaremos el elemento
inventado en aquella casona abandonada ¬escuchó
detrás de una montaña de escombros para no ser vista¬
Prefirió no moverse en esa
noche desapacible, hasta quedarse dormida.
Cuando despertó no pudo más que
llorar de alegría, él estaba allí con la voz cambiada por el mal tiempo, y
consigo, el elemento inventado, esta vez
descubierto bajo una gran manta. Era su regalo de cumpleaños.
Malania
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