Una ráfaga
se abatió 
sobre los heroicos
árboles 
con un
golpe sordo 
haciendo
temblar las hojas multicolores 
y siguió de
largo 
por el
paisaje inmóvil 
aterrizando
en las largas colinas 
por sus
altos bordes. 
En soledad
y envuelta en el silencio  
una
golondrina sintió hambre y pidió auxilio
el felino
abrió la ventana
asustado
por la súbita racha del viento.
Entre
arrumacos saborearon sinsabores 
hasta dejar
el plato completamente vacío.
Ella no
quiso regresar al páramo 
y ambos
esperaron el cálido estío. 
                                                   
Malania

 
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