Había sido
arrancada 
de su tallo
sostenedor  
arrojada al
mar 
por un
malhechor
y yacía
en una
profundidad eufótica 
una hermosa
flor 
mientras
escuchaba 
la euforia
de los peces 
de todo
tamaño y color.
Querían
rescatarla y salvarla 
ella solo sonreía
quizás por
la eufonía 
con la que
se comunicaban 
con
valentía y pudor
invitándola
a
levantarse sin temor
de ese
lecho profundo y sin luz 
Le decían: 
-si
permaneces allí 
con
seguridad que morirás 
sin la compañía de otra flor.
                                         Malania

 
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