Corroía 
el apelotonado tiempo 
con su voz 
mesurada y grave.
Su discurso 
salpicado de expresiones sabias
se plasmaba 
en vaporoso encanto. 
La magia 
de su mirada inteligente 
la hacía estremecer 
cuando en danza 
su imaginario 
magnífico caballo salvaje
su humedad palpitaba
por los poros abiertos 
de su tibio cuerpo.
El apelotonado tiempo
se disolvió
en un crudo invierno. 
Su cara de superioridad 
erigió un vacío 
difícil de sortear. 
Se alejó 
con ese modo nato 
de vestir refinado
dejando una vela hinchada
al compás del frío viento.
No me quedo con el aire 
ese que no sirve 
para destruir murallas
y simplemente 
racheado sopla en el muelle. 
Me quedo con un recuerdo
bello recuerdo
la lluvia de una tibia ducha 
resbalando por su piel 
y mis manos sumergiéndose 
por los rincones 
más ocultos de su cuerpo.
                             
Malania

 
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